La avena sativa es un cereal muy valorado en el reino vegetal. En el pasado, era considerada una "maleza" o "mala hierba" que no se destinaba al consumo humano, sino que se utilizaba como alimento para el ganado. Sin embargo, a lo largo de los años y los siglos, esta planta comenzó a ser también consumida por los seres humanos, posiblemente debido a su creciente cultivo en diferentes regiones.

Se dice que los granos de avena se encontraron en Egipto durante la Edad de Bronce, junto a restos de la 12ª dinastía (2000 a.C. a 1788 a.C.). En la actualidad, la avena es un alimento popular en todo el mundo, con numerosos beneficios para la salud. Es rica en minerales como hierro, magnesio y zinc, así como en vitaminas A, complejo B, D y E.

Además de ser un alimento, la avena también se utiliza para proteger la piel. Es empleada en pieles sensibles para regenerar e hidratar, previniendo la resequedad en las pieles delicadas y mejorando su elasticidad.

La harina y los extractos coloidales de avena (se obtienen mediante la extracción de los componentes activos de la avena y su suspensión en agua) son utilizados popularmente para el cuidado de la piel en forma de baños, ya que tienen efectos antiinflamatorios y alivian la picazón. La Agencia Europea de Medicamentos (EMA) aprueba el uso tradicional de la avena para el tratamiento sintomático de inflamaciones cutáneas leves, como quemaduras solares, y para favorecer la curación de heridas menores.

La posología recomendada para la harina de avena en el uso cutáneo es la siguiente: para un baño de 150-200 litros, se recomienda usar 60 gramos de harina de avena para adultos y 30 gramos para niños.

Es importante destacar que la avena contiene saponina, que son moléculas naturales con propiedades limpiadoras similares a las del jabón, pero de una manera más suave. Los granos de avena son excelentes como exfoliantes suaves, ya que ayudan a eliminar las células muertas de la piel y a regular la producción de sebo, reduciendo el brillo en la piel.

Camila Soto
Naturópata